
Nací en una familia de clase media, de padres antioqueños, en la ciudad de Bogotá. Mi padre se fue y nos dejó a mí, mis hermanos y mi madre. Ella, con apenas su bachillerato terminado, tuvo que abrirse paso para sacar adelante a sus hijos en una ciudad completamente extraña, sin familia y casi sin amigos. Nunca más volvimos a saber de mi padre, sino hasta el día que falleció. Mi madre, por su parte, consiguió trabajo y se mudó con nosotros a Envigado. Ella terminó de formarse académicamente y gracias a su tenacidad tuve una infancia feliz, sin mayores lujos pero sin ninguna falencia.
Crecí con mi gato, Terri, mis cuatro hermanos, mi madre y mi abuelo paterno. Mi abuelo fue a vivir con nosotros cuando yo tenía más o menos 4 años. Él no tenía con quien vivir, y mi madre pensó que sería bueno darle un hogar al abuelo, y darnos a nosotros la oportunidad de tener una buena figura paterna.
Mi infancia transcurrió como la de cualquier niña en la década de los 70’s. Aprendí a patinar, a montar en bicicleta y a jugar los juegos que hoy han pasado de moda en las calles de la Magnolia. Fui a la escuela pública Marceliano Vélez y la escuela de niña la Paz, a la edad de 9 años aproximadamente nos mudamos a la ciudad de Cúcuta donde mi madre tenía mejores oportunidades de empleo. En Cúcuta estudié 3 años en el Colegio la Presentación y luego en el Colegio La Salle de donde me gradué como bachiller técnico, fui subdirectora del periódico escolar, y participé en el equipo de vóleibol.
Cuando terminé la secundaria me traslade a Medellín para estudiar, un año después me casé y un año después tuve a mi hijo, Mateo. Había empezado una carrera cuando me casé, pero tuve que suspender. Cuando mi hijo cumplió su primer año, me presenté a Derecho en la Universidad de Antioquia y fui admitida. Mi paso por la universidad fue difícil, porque me divorcié cuando mi hijo tenía 3 años y no contaba con apoyo económico de ninguna clase. Más adelante uno de mis hermanos me dio la mano y empecé a trabajar, así que combinaba el estudio, el trabajo, la maternidad y ser ama de casa. Fue una linda experiencia, aprendí mucho y maduré cantidades, supe de lo que era capaz y me tracé otras metas.
En 1997, siendo aún estudiante de Derecho y Ciencias Políticas, me aceptaron una ponencia para un Congreso en Cochabamba, Bolivia. La Universidad de Antioquia corrió con todos los gastos, y empecé a construir mi confianza como profesional. Una vez graduada de Derecho viajé a Uruguay y allí tomé un curso de Derecho marítimo y otro de Derecho de Empresa, trabajé un par de años y regresé a Colombia. Litigar no era lo que más me gustaba, pero era importante empezar a trabajar y conocer la realidad de la profesión – un par de amigos me recibieron en su oficina y me permitieron trabajar con ellos un tiempo. En el 2003, a finales de enero, dos meses después de haber vuelto de Uruguay, el Decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia quien me dio la oportunidad de dictar clase en la facultad. Con la enseñanza descubrí mi verdadera vocación.
Continuó litigando y enseñando por un tiempo, y llegué a trabajar en 4 universidades al mismo tiempo. Para finales del 2006 decidí que no podía continuar con las dos cosas, y mi verdadera pasión era la docencia. Me dediqué a ella de lleno, conservando sólo algunas asesorías a empresas extranjeras para tener experiencias y ejemplos reales que transmitir a mis estudiantes. Entre 2006 y 2012 hice mis dos maestrías, una en Comercio Internacional y otra en Relaciones Internacionales, enfocando mi conocimiento al Derecho Internacional, específicamente comercial internacional. He escrito varios artículos y un capítulo de libro, producto todo ello de investigaciones.Fui docente de tiempo completo en la Universidad de Medellín, de donde me retiré a partir del 2015 para dedicarme a mi doctorado. En este momento estoy escribiendo mi tesis y espero terminar en menos de un año.
Aunque pensé que nunca volvería a casarme, y estaba dedicada completamente a mi trabajo, mi estudio y mi familia, la vida me sorprendió con un ser maravilloso, mi amigo, mi compañero, mi soporte… mi todo. Me casé nuevamente en el 2016 y ahora vivo con mi familia: mi esposo, mi hijo, tres gatos y una perrita que adoptamos.
Mi madre falleció el 30 de abril de 2018, después de estar enferma un tiempo dejándome con mis hermanos y nueve sobrinos. De ella me quedan las mejores enseñanzas: la fuerza del amor por la familia, la determinación, el sentido de responsabilidad, la honestidad y la franqueza, la solidaridad y las ganas de luchar y hacer bien las cosas siempre.